lunes, 27 de enero de 2003

Con segundas

Cuentan las crónicas que Almírcar Barca fue víctima de una ingeniosa treta: su rival, un poderoso jefe ibero, lanzó contra sus tropas cientos de bueyes con teas prendidas en los testuces. Fue así como el militar cartaginés, que nada sabía de tauromaquia, cayó muerto en el primer encierro reconocido de la Península, en nuestra actual Elche de la Sierra, que de ahí se autoproclama cuna de los encierros.
El candidato del Partido Popular a la Presidencia de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Adolfo Suárez Illana, que algo dice saber del arte de Cúchares, anda estos días preocupado por el precio del suelo. Por eso, imagino que de buena fe, propone ahora que la administración subvencione la compra de una segunda vivienda en las zonas rurales para que los inmuebles no caigan en el abandono. Deja claro, cuando menos, que Madrid tiene otra sensibilidad para estas cosas y corrobora lo dicho por el ministro de Fomento: que nos sobra el dinero.
En Castilla-La Mancha, donde nuestra calidad de vida es menor, según un anuario, el problema se ve de otra manera a como puede verse en la capital de España. Aquí, una familia media debe destinar el 33,5 por ciento de sus ingresos a la compra de un piso y los jóvenes, víctimas de la precariedad laboral, deben aguardar a ser abuelos para dejar el hogar de sus padres.
En nuestra región, como en el resto de España, hubo un tiempo en que el porcentaje de viviendas protegidas alcanzaba el sesenta por ciento, frente al diez por ciento actual, y las instituciones públicas no utilizaban los terrenos de RENFE o Defensa para sacar tajada.
Las ideas de Génova, no se nos escapan, son muy populares. Defendía recientemente el ministro del ramo, Francisco Álvarez-Cascos, que para abaratar el suelo es preciso construir más, de forma más rápida y sin menos contemplaciones burocráticas. Apostaba, en definitiva, por continuar con la política neoliberalista de los últimos siente años.
Seguramente, el candidato Adolfo Suárez Illana valoraría adecuadamente que los ciudadanos le entraran a la propuesta, incluidos los de su propio partido. Pero olvida que al toro, al menos en esta tierra, ha de agarrarlo por los cuernos.

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