miércoles, 8 de abril de 2009

Antisistemas del mundo


No creo aún que haya llegado nuestra fecha. El mundo, es evidente, sigue girando. Y aunque sólo quedara el soplo descarriado de una espiga, técnicamente deberíamos admitir que después de nosotros también hay vida.

Ese es el problema. Somos etnocéntricos, ergo, la única existencia posible es la propia, la que hemos conocido. Da miedo, verdaderamente, imaginar la Tierra sin bancos, sin acciones de bolsa, sin créditos hipotecarios y sin deudas con que regar la comunión de nuestros hijos.

De risa. Los mayores estafadores del planeta nos han dejado a oscuras. Precisamente ahora, cuando más apegados estábamos a su sombra al final de la caverna. Ellos, en nombre de la seguridad, del bienestar, de la democracia, de la estabilidad social… han roto a pedradas de millón ($) el sistema.

Los medios de comunicación –llega el apagón analógico- persisten en la idea: prohibido mirar a la luz. Los anti-sistema amenazan la recuperación mundial, dicen. Y es curioso. Por un momento pensé que miles de cuellos de seda y traje made in Bloomingdales asaltaban el Congreso y los Juzgados.

Hay que alegrarse. Cruzamos por fin el milenio con ilusionantes recetas–aquéllas, precisamente, que proponían los no-sistematizados, los que iban a socavar nuestra sistemática: ecologismo, consumo responsable, comercio justo…-. El neocapitalismo ha devorado a sus hijos. Recuperada milagrosamente la fe en lo público, ya sólo nos queda creernos ciudadanos –agnósticos, a ser posible-.

Caín fugitivo y muerto Abel. Los grandes directivos visten por Nueva York de paisano. Es para que no les tiren encima su apostolado sobre Economías de Escala en América Latina o no los maten a autógrafos por su libro “¿Quién se ha llevado mi queso?”. En realidad es un título, no una pregunta, y la respuesta no es necesariamente las ratas (and cheese was not yours).

Casi lo consiguen. Nos llevaron en palmitas a la tienda pero se pasaron de hipermercados. Por eso miles de alternativas sobrevuelan el precipicio: solidaridad internacional, multiculturalidad, sociedad del conocimiento, tecnologías sociales, marketing humano, responsabilidad corporativa, atención a la dependencia…


Hoy, más que nunca, tenemos al alcance una verdadera ética pára naúfragos (J.A. Marina), una democracia mundial más justa, más participativa… una vida más allá del consumo.

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