lunes, 4 de agosto de 2003

Rían sin pasarse

La sonrisa es hermosa. Habla de la salud del alma y de la perfecta conciencia. Pero entre ésta y la carcajada hay todo un mundo. Se entiende que las risotadas de Balbás, mentor político de los Tamayo y compañía, nada tienen que ver con el rictus de quienes todavía siguen en riguroso directo el esperpento de Madrid.

Unos, aviesos fanáticos de todo cuanto huela a "Gran Hermano", aprietan los dientes y tuercen los labios satisfechos con la sobredosis de morbo político. No es de extrañar: ya tienen la prueba de que su espíritu -y aún su vocabulario- es más selecto que el de los reputados parlamentarios.
El otro, en cambio, nos incita a pasar de la crítica benévola y la absurda compasión al mayor de los temores. Nadie en sus cabales puede forzar tan alegre y exagerada mueca como la mostrada por Balbás ante los investigadores de la Asamblea. No después de ver malherido a su partido "de siempre" y seriamente tocado "a su candidato".
Accesos semejantes deben de ser de todo menos saludables. Los riesgos los explica el filólogo argentino Mario Satz. Según él, las contracciones del diafragma generadas por la risa pueden dañar el corazón hasta el punto de provocar un infarto. Es científico.
Cuentan, por ejemplo, que Filomeno, un poeta clásico, fue víctima de uno de esos temibles ataques de hilaridad. El pobre griego se sorprendió de que, a los pies de una higuera, hubiera un asno comiendo los mismos frutos que entre verso y verso él saboreaba. Poca diferencia, pues, tuvo que ver entre el noble cuadrúpedo y aquel que presumía de ser el más reconocido erudito de su tiempo para sufrir tamaño espanto.
La risotada, está visto, tiene sus peligros y de ellos conviene avisar a quienes, como el señor Balbás, andan por ahí torciendo la mandíbula de forma desmesurada. Es de temer, entre otras cosas, que sea un mal contagioso igual que lo es el bostezo, también de moda entre los diputados madrileños. Imagínense entonces a toda la Cámara poblada de asnos, que es a lo que apunta esta risueña investigación. Para morirse de risa.

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