lunes, 30 de junio de 2003

Idoneidades

La injusticia y la cobardía son, con frecuencia, buenas compañeras. El tirano, como el inepto o el corrupto, está acostumbrado a eludir sus responsabilidades mediante farsas, engaños o, en el peor de los casos, con el silencio más terrible y despreciable. No necesita razones porque casi nunca le asisten. Le basta, simplemente, con decir que esto o aquello "ya no es idóneo". Después escupe las soflamas que ha oído por televisión: las nuevas necesidades del mercado, la dureza y exigencia del perfil que tal puesto precisa...

Del Bosque, por ejemplo, perdió esta semana su "idoneidad" para dirigir al Real Madrid a pesar de que, gracias a él, la multinacional blanca puede ahora prescindir del fútbol para dedicarse a la lucrativa venta de camisetas. El adiós del salmantino, como el de miles de compatriotas abocados a peregrinar al INEM, demuestra lo absurdo de este planeta. El éxito está acotado al que oferta, no al que produce; está reservado al que aparenta y no al humilde.
El sacrificio, lo explica la audiencia de Tómbola y de Gran Hermano, pasa estos días por ser una cuestión nimia y ridícula comparada con el grado humano de estupidez, pasaporte hispano hacia la fama.
La Inquisición, al menos, se esforzaba en fingir ecuanimidad para cercenar todo avance filosófico o científico. La idoneidad que hoy nos ata, como la estaca de Lluis Llach, está al alcance de un reducido grupo de mortales. No son los mejores ni los más capacitados. Son sólo guapos y advenedizos, pero son los que mandan.
En los programas culturales, con suerte ganas 100.000 pesetas si te devanas los sesos. En el de José Luis Moreno por decir un número -que corresponde con un portentoso macho- triplicas esa cantidad e, incluso, puedes pedir un enchufe laboral para el nieto.
El premio o el fracaso ya no está en nuestras manos. Acaso nunca lo estuvo. Pero ahora, más que nunca, nuestra utilidad social pende de un gesto injusto, de una sonrisa cobarde. Un día el tirano, el inepto y el corrupto dirán "ya no eres idóneo" y nosotros, tan sumisos, volveremos a casa sin argumentos, desarmados.

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