domingo, 8 de agosto de 1999

Mitos

Toda cultura tiene rasgos característicos que la definen y la diferencian de las demás. No se trata de una cuestión meramente histórica, lingüística o artística, sino de algo aún más profundo: sus mitos.

Es cierto que una guerra larga y costosa, por ejemplo, puede acabar marcando para siempre la conciencia de una comunidad determinada. Sin embargo, lo que hace de ese fenómeno un elemento cultural diferenciador no es su existencia, sino la percepción que de ella se tiene. Es más. Puede darse el caso de que esa catarsis colectiva, como en su día fue para nuestro país la guerra de Cuba, sea capaz de generar nueva sabia artística e intelectual a partir de percepciones erróneas o mediatizadas.

El loco no se siente como tal hasta que no lo reconoce, al igual que el soldado no se siente derrotado mientras crea que la victoria es su supervivencia (el germen del nacionalismo serbio es precisamente una derrota).

Un cúmulo de prejucios históricos y la apelación a los viejos mitos y estereotipos es lo que hace que los individuos introduzcan valores y pautas de comportamiento en su cultura profundamente anclados en el pasado y que nada tienen que ver con la realidad. El mito es un acontecimiento cultural colectivo que, en clave mágica y simbólica, resume y aglutina el sentir de una comunidad en un momento dado.

Sin embargo, como las circunstancias cambian, las generaciones futuras heredan mitos y conductas que ya no sirven para explicar el muno presente pero sí para influir en él. Desde tiempos lejanos, la mujer ha representado la idea de la belleza, la de la sensualidad pero también la del pecado y la lujuria. Un mito que perpetúa el más hispano de los machismos.

No hay comentarios:

Colaboraciones